Uso de pantallas y neurodesarrollo

Cada vez es más notable la presencia creciente de dispositivos electrónicos en la vida cotidiana de los niños y niñas. Este hecho se destaca en un estudio realizado por la Gasol Foundation, que reveló recientemente que los niños de edades comprendidas entre los 8 y los 16 años pasan en promedio casi cinco horas diarias frente a una pantalla [ref]. Esto plantea la cuestión de cuáles pueden ser las implicaciones en el desarrollo de sus capacidades cognitivas y emocionales.

Numerosas investigaciones epidemiológicas realizadas en diversas partes del mundo han arrojado luz sobre la relación entre el exceso de tiempo dedicado a las pantallas y los efectos perjudiciales que esto puede tener en la salud física y cognitiva y en el comportamiento de los niños y niñas. Por ejemplo, un estudio canadiense de cohorte longitudinal (muy similar a BiSC), en el que se incluyeron a 2,441 madres y sus hijos, realizó un seguimiento desde el período prenatal hasta los 5 años [ref]. A los 24, 36 y 60 meses de edad, se registraron los tiempos de exposición a las pantallas, y las madres completaron el cuestionario Ages and Stages, parecido a los que utilizamos en BiSC para evaluar el neurodesarrollo en cinco áreas: comunicación, habilidades motoras gruesas, habilidades motoras finas, resolución de problemas y habilidades personales y sociales. Los resultados de este análisis señalan que una mayor exposición a las pantallas a los 24 y 36 meses de edad se relaciona con puntuaciones más bajas en pruebas de neurodesarrollo. Es importante destacar que no se halló una relación inversa, es decir, no se observó que aquellos niños que presentaban un desarrollo más bajo pasaran más tiempo frente a las pantallas.

A pesar de que se han identificado ciertos beneficios en programas interactivos de alta calidad, estas ventajas solo se han podido comprobar en niños mayores de 2 años. Antes de alcanzar esta edad, los niños carecen del desarrollo del sistema nervioso necesario para comprender de manera efectiva la representación virtual que presentan las pantallas, lo que les impide otorgar significado a los contenidos visualizados.

Los niños y niñas más pequeños aprenden de manera óptima a través del movimiento y la interacción táctil, por lo que resulta fundamental proporcionarles experiencias reales para que puedan integrar conocimientos de manera efectiva. Por consiguiente, los investigadores en este campo consideran que la relación entre el uso de pantallas y el desarrollo neurológico puede estar vinculada a una posible pérdida de interacción con familiares, amigos y educadores. Además, se ha constatado que la exposición a las pantallas incide en los ritmos circadianos, que regulan el ciclo sueño-vigilia, lo que podría representar un mecanismo de explicación de la relación entre el uso excesivo de dispositivos electrónicos y problemas en el desarrollo neurológico.

La importancia de estos hallazgos ha motivado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a emitir pautas y recomendaciones con respecto al uso de pantallas, que se pueden consultar en detalle aquí [ref]. En resumen, es esencial establecer límites de tiempo y llevar a cabo una supervisión activa del contenido al que los niños y niñas tienen acceso, al mismo tiempo que se fomenta la actividad física, el aprendizaje basado en experiencias y la adquisición de hábitos de sueño saludables.

Esta noticia ha sido redactada por Pol Jiménez, estudiante de doctorado del Proyecto BiSC.